Novaiorquesos
Esta ciudad es una recompensa por todo lo que te permitirá alcanzar y un castigo por todos los crímenes que te forzará a cometer. Es como si aquella mujer hubiera resuelto un enigma mientras espera en la esquina a que cambie el semáforo, mírale la cara, sonriéndole a la nada. A esa luz pura y titilante. Siempre se sienten un poco raros cuando logran entender este lugar. Parados en las esquinas, evitados por el gentío como si fueran profetas o vagabundos. Esquívalos como harías con cualquier ángel que te pasara rozando. La soledad es lo peor, porque este conocimiento no se puede compartir, solo padecer. Menos mal. ¿Por qué cualquier otro tendría que tenerlo más fácil? Así habla un verdadero neoyorquino.
Colson Whitehead: El coloso de Nueva York. Ed. Mondadori
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